Los niños, en muchas ocasiones, nos sacan fuera de nuestra “zona de control”. Estas situaciones nos generan incertidumbre, así como enfado, rabia y sentimientos de frustración con pensamientos del tipo: “no puedo con ellos”.

En estos momentos, la lógica no nos sirve de mucho. Explicarle verbalmente que “no tiene por qué sentirse así” o decirles un “no pasa nada, no es tan grave” hacen que nos alejemos de ellos y dificulta abrir un canal de entendimiento desde el campo emocional.

Siegel, en su brillante manual “El Cerebro del Niño” nos explica que esas múltiples situaciones de berrinches o de enfados las podemos utilizar para entrenar el acceso al hemisferio derecho (nuestra parte “emocional” del cerebro) usando las palabras que vienen del hemisferio izquierdo (nuestra parte lógica, secuencial y matemática del cerebro).

De esta manera, accedemos al hemisferio derecho del niño con unas palabras como “veo que estás enfadado por…., a mí también me pasa a veces”. Mientras usamos el vehículo emocional de etiquetar la emoción que siente nuestro hijo con un tono de voz calmado y amable, conseguiremos que baje su activación, por lo que estará más dispuesto a escucharnos, ya que se siente entendido “¡me entienden!”.

Al reconocer los sentimientos de nuestro hijo, apelamos a su cerebro derecho, que, junto con el uso de las señales no verbales como un abrazo, un pequeño masaje en la mano, o posar nuestra mano en su hombro con delicadeza nos ayudarán a que sienta nuestra comprensión y apoyo.

A partir de ahí, podemos indicarles, con amabilidad y firmeza, nuestra norma. Tendremos muchas más “papeletas” para conseguir que nos obedezcan, ya que hemos abierto el canal emocional, con lo que nuestro niño se ha sentido atendido y acogido.

Después de acceder al cerebro derecho se le puede explicar la norma con palabras, por lo que estamos apelando al cerebro izquierdo, conectando ambos.

Tal y como dice Siegel, la clave aquí es entender que cuando tu hijo se ahoga en la emoción te ayudarás a tu hijo y a ti mismo si conectas ambos cerebros antes de indicar la norma que quieres aplicar.

Este enfoque nos ayuda a que nuestro hijo no se sienta “sobrepasado” por las emociones negativas, de forma que pueda ser redirigido con amabilidad, dulzura y firmeza hacia la norma o consecuencia que quieras aplicar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *